lunes, 4 de mayo de 2009

El final del Triunvirato

Pues el sábado después de las jornadas Asokinawa y el espectáculo circense de nuestros tiempos, David, Jorge y yo nos remontamos al siglo I a.C. para meternos en la piel de Cayo Julio César, Marco Licinio Craso y Gneo Pompeyo el Grande (respectivamente), y disputarnos el control de gran parte del mundo conocido.

El juego es únicamente para dos o tres jugadores (a dos dicen que no va del todo bien), lo que en un principio podría parecer chungo (por eso de que en los juegos de tortas dos se matan entre ellos y el tercero acaba ganando fácilmente) Sin embargo, en este jueguecillo está todo realmente equilibrado: 3 jugadores y 3 formas de alcanzar la victoria, por lo que de un modo u otro prácticamente siempre los 3 jugadores tienen opciones de ganar la partida.

El tablero representa el territorio dominado por Roma en torno al año 56 a.C. (con algunas licencias, como Egipto, pero se dejan pasar) Cada jugador empieza con 5 provincias controladas. Estas pueden ser políticas, militares o mixtas, permitiéndonos llevar a cabo acciones diferente cuando el general termina el turno en ellas. La victoria puede alcanzarse mediante la dominación militar (controlando 9 de las 15 provincias); mediante el control político (consiguiendo ser nombrado cónsul en dos ocasiones); o expandiendo hasta el límite nuestras influencias y clientelas.

El turno es sencillo: Recibes suministros (legiones y dinero) por las provincias controladas, mueves a tu general hasta 4 espacios (atacando si quieres) y por último realizas hasta un máximo de 3 acciones (realizar estas acciones cuesta dinero fresco) Las acciones posibles son aumentar tus influencias (política o militar), comprar senadores para tu causa (sólo en provincias políticas), lo que te ayudará a alcanzar la magistratura suprema del consulado; o mejorar el armamento de tu ejército (sólo en provincias militares), dándote más probabilidades de vencer en los combates.

El juego puede durar entre hora y hora y media y es de complejidad alta. Cuesta 40 euros normalmente, pero yo lo tengo en Print&Play (tablero y 5 cartas) y utilizo los cubos y piezas de madera del Caylus.

En la partida del otro día, César (David) empezó rápidamente penetrando en los territorios hispanos controlados por Pompeyo (merced a una regla que se me olvidó aplicar) y comenzó una rápida expansión militar. Craso (Jorge) por su parte se dedicaba a llenar sus arcas y hacerse con el control del Senado, asegurándose casi por completo el consulado en el primer año de la guerra. Pompeyo (yo) por su parte iba haciendo lo que podía, también intentando luchar por el consulado, aunque en clara desventaja. Ojo, la foto no es de la partida, que no tenía la cámara:

Efectivamente Craso consiguió el consulado, mientras que César lanzaba una campaña sobre África que a punto estuvo de darle la victoria militar. Tan sólo la XXII Legión, fiel a Craso, logró impedirlo con una heroica victoria en Numidia. La guerra continuaba, y al final del segundo año de la guerra César se vio obligado a invertir una ingente cantidad de oro en debilitar el poder de Craso en el Senado, regalándole el consulado del año 54 a Pompeyo, que no tenía aparentes opciones de lograr la victoria (de haberlo obtenido Craso, la victoria hubiera sido suya). Sin embargo, las clientelas militares y políticas de Pompeyo el Grande habían crecido considerablemente, y a pesar de controlar tan sólo las provincias de Hispania y Acaia, en el turno siguiente se quedaba a un paso de obtener una victoria por influencias.

Craso se decidió a acaparar todo el dinero posible, para evitar que Pompeyo tuviera un sólo denario disponible en su turno, esperando alargar la partida hasta el final del año, en el que sería sin duda elegido cónsul nuevamente. Esto dejo a César una posición inmejorable para marchar con la XIII desde Iliria sobre Macedonia, Acaia y Sicilia, alcanzando la victoria militar con el control de 9 provincias.

En resumen, el juego le gusto mucho a David, e incluso a Jorge, que no es devoto de los juegos complejos, y este lo es, no por las reglas, que se cojen más o menos rápido, sino por lo pendiente que hay que estar al juego de los demás para evitar que te la claven sin que te des cuenta, como casi hace David un su marcha militar sobre África. Lo que más gustó fue lo bien equilibrado que está, ya que incluso yo (Pompeyo) que estuve toda la partida renqueando, al final me plantaba con muchas posibilidades a la victoria por influencia, mientra que David se acercaba con el control militar y Jorge con el político. Fotillo de los tracks de influencias:

Por otro lado, para uno que es estudia historia y le gusta en particular el mundo romano, el juego es toda una lección de política romana de la época. A cada momento te alías con uno para evitar la victoria del otro, mientra que en el turno siguiente son los otros dos los que se alían contra tí. En especial me gusto mucho la jugada de David, que tuvo que regalarme el consulado para evitar que ganara Jorge, a pesar de que ello no le reportaba a él ningún beneficio directo.

Como dato curioso, el juego viene con un par de páginas de ambientación, para meter en el tema a los que no lo conozcan, así como para explicar que los sucesos del juego no son reales (ya que en realidad César, Pompeyo y Craso renovaron su alianza en el año 56 en Luca, y en la posterior guerra civil del 49-45 a.C. sólo participarían César y Pompeyo, ya que Craso moriría en la batalla de Carrhae, en un intento de conquistar el imperio Partho y alcanzar la gloria militar de la que ya gozaban sus rivales)

En fin, que se trata de un juego, en mi opinión, realmente bueno, aunque hay que tener ganas de darle bien al coco. Aún así, no es para nada largo (1 hora y media echamos el otro día, con dos novatos y uno que hacía tiempo que no jugaba) y es bastante de agradecer que un juego de tortas funcione tan bien a 3 jugadores.

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